Atila, jinete del apocalipsis
- Álvaro González Somoza
- 4 feb 2017
- 3 Min. de lectura
“Cuando abrió el primer sello, oí al primer ser viviente, que decía: Ven. Miré y vi un caballo blanco, y el que montaba sobre él tenía un arco, y le fue dada una corona, y salió vencedor, y para vencer.”
Apocalipsis 6,2

Cuando leo esta cita del Apocalipsis, no puedo evitar pensar en aquel que llegó a recibir el sobrenombre de “el azote de Dios”, Atila el rey de los hunos. Los hunos era un conjunto de tribus euroasiáticas nómadas famosos por ser tan buenos en el manejo del arco y la equitación como impredecibles en el campo de batalla. Precisamente algo que contribuía enormemente a su rapidez era el uso del arco sobre el caballo tal como hacían los partos. Esta táctica era favorecida por el uso de estribos que, hasta que no llegaron los hunos, eran desconocidos en Europa. Eran enemigos temibles que solían masacrar a la población una vez que saqueaban una zona, esto se explica no solo para conseguir aterrorizar al enemigo sino para que, en el caso de tener que retirarse con velocidad, pudieran hacerlo sin tener que enfrentar a un enemigo en la retaguardia

Bajo el mando del rey Rua, los hunos se unifican entorno al 432, a su muerte legó el mando de estas tribus a sus sobrinos Atila y Bleda. Será en el primero de ellos quien sembró un miedo que los romanos no habían sentido desde la derrota de Aníbal y en el que nos centraremos en este artículo.
Atila era colaborador de los romanos quienes le pagaban fuertes tributos a cambio de mantener la paz y ayudarles a sofocar las revueltas, sin embargo, los romanos nunca confiaron en él y en el 450 Teodosio II, emperador del Imperio Romano de Oriente, mandó asesinar al caudillo huno, aunque fracasó. Poco después, Marciano, heredero de Teodosio, decidió dejar de pagar el tributo a los hunos. Fue entonces también cuando Honoria, hermana del emperador de occidente Valentiniano III, que había sido obligada a casarse con un viejo senador, envió una petición a Atila solicitando que defendiera su derecho a la herencia que como hija de emperador le correspondía.
El mensajero llevaba el anillo de Honoria como prueba, sin embargo, Atila lo interpretó como una petición de matrimonio. Esto legitimaba su campaña contra los romanos con el fin de liberar a su “prometida” y de reclamar su herencia.

Entonces el azote de Dios dio inició a la invasión cruzando la frontera por Aquicum, hasta ser rechazado en Orleans, había tenido un avance imparable arrasando ciudades como Maguncia, Tréveris o Reims. Sus hordas de hunos eran tan destructivas que se llegó a decir que por donde pisaba el caballo de Atila no volvía a crecer la hierba. La batalla más importante entre romanos y hunos fue la que tuvo lugar en los Campos Cataláunicos.
El rey visigodo Teodorico I se unió al general romano Aecio con el fin de parar el avance de Atila. El 20 de junio de 451 en los Campos Cataláunicos, que terminó en un empate técnico, pero en una victoria a nivel estratégico romana además de con la consagración de Aecio y la muerte de Teodorico I. En el viaje al otro mundo del rey visigodo se le unieron unos veinte o treinta mil hombres repartidos entre hunos, romanos y sus aliados.
Atila volvió a la acción con la invasión de Italia saqueando varias ciudades y destruyendo por completo Aquilea. El papa León I salió a su encuentro en el río Po con la intención de disuadirle de seguir con la invasión. Al parecer, el papa le convenció de que Honoria había muerto con lo que no tenía sentido seguir con esa guerra. También se dice que Atila tenía miedo de que al igual que Alarico, muriera al poco de saquear Roma. Todo ello unido a la peste que estaba aquejando al ejército huno hizo que Atila se retirara más allá del Danubio.

Allí empezó a planear atacar Constantinopla para reclamar los tributos que se le debían, pero la muerte le impidió llevar a cabo sus planes en 453, según Prisco por una hemorragia nasal en la noche de bodas.
Así terminaba la vida de Atila, el azote de Dios que había conseguido, aunque no lo supiera ser el apocalipsis del Imperio Romano de Occidente que no consiguió recuperarse del paso del gran caudillo huno y finalmente cayó el 476 año en el que Odoacro depuso al último emperador Rómulo Augústulo. Así con un Rómulo, al menos en la leyenda, nació Roma y con otro Rómulo murió el hermoso sueño.
El imperio de Atila tampoco sobrevivió a su muerte ya que sus hijos lucharon por la herencia provocando la destrucción del Imperio Huno.
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