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Aníbal ad Portas (Tercera Parte)

  • Álvaro González Somoza
  • 1 mar 2017
  • 6 Min. de lectura

Si bien no es necesario para comprender este artículo os recomiendo leer la primera y la segunda parte de esta serie de artículos sobre el genial general cartaginés. En ellos se narra como empezó la vida de Aníbal y el desarrollo de la Segunda Guerra Púnica en Italia hasta la Batalla de Cannas

Tras la victoria cartaginesa en Cannas ciudades como Capua se le unieron, durante unos meses apenas tuvieron los púnicos actividad militar exceptuando la toma de Casilino, la primera batalla de Nola en la que el ejército cartaginés no consiguió conquistar la ciudad y la batalla de Petelia en la que esta vez si, los africanos tomaron la ciudad.


En el 215 a.C. Aníbal firmó un tratado con Filipo V de Macedonia con el objetivo de debilitar aún más a Roma, sin embargo, una de las embajadas entre el general y el rey macedonio fue descubierta por los romanos que pudieron reaccionar mandando a Salentino a Macedonia sin que les pillara desprevenidos.


Aníbal, atendiendo a las quejas de sus aliados que recibían saqueos por parte de los romanos al mando de Marco Claudio Marcelo desde Nola, volvió a intentar conquistar la ciudad en dos ocasiones más, ambas sin éxito. Entendiendo que la conquista de la ciudad no iba a ser posible el general decidió dirigirse a Salentino lo que fue aprovechado por los romanos para recuperar Casilino. Después Marcelo se dirigiría a Sicilia puesto que la isla se había declarado aliada de Cartago.


En el 213 a.C. nuestro protagonista centró sus operaciones en conquistar gran parte del Salentino. Por su parte, los romanos bajo el mando de Graco se dedicaron a saquear las regiones cercanas a Cosentia y Thurii que volvieron al bando romano. Hanón, uno de los lugartenientes de Aníbal aprovechó la salida de aprovisionamiento de los forrajeadores romanos para matar o capturar a cerca de quince mil romanos.


Roma, ante la situación que vivía con sus aliados, decidió tomar rehenes de ciudades como Thurii o Tarento. Cuando estos intentaban huir fueron descubiertos y se les dio muerte lo que generó un profundo resentimiento entre sus paisanos. Esta situación fue aprovechada por Aníbal que atacó Tarento con la complicidad de algunos nobles Tarentinos. Estos nobles, al abrigo de la noche, mataron a los guardias y abrieron las puertas para que el ejército cartaginés penetrara en la ciudad. Muchos de los romanos, borrachos y cansados por el banquete de esa noche, fueron fácilmente asesinados por los púnicos. Aníbal como muestra de agradecimiento impidió el saqueo de sus hombres. Solo aquellas casas que pertenecían a los romanos fueron saqueadas. Los romanos tras el ataque solo lograron conservar la ciudadela donde consiguieron resistir.


En el año 212 a.C. Aníbal consiguió tender una emboscada al procónsul romano Graco en la que murió. Durante ese año también aprovecharon los cónsules Apio Claudio Pulcro y Quinto Fulvio Flaco para asediar la ciudad de Capua. Sin embargo, Aníbal consiguió movilizar a su ejército para evitar que los romanos la tomaron, tras esto, los romanos se retiraron de la Campania.



Tras esta batalla, Aníbal dirigió sus tropas hacia Lucania donde, en superioridad numérica, derrotó a Marco Centenio Pénula en la batalla de Silaro en la que los romanos sufrieron unas 15000 bajas entre muertos y prisioneros mientras que los cartagineses apenas tuvieron bajas.


Animado por la victoria, Aníbal prosiguió su avance hacia Apulia. Allí atacó al ejército comandado por del cónsul Flaco. La primera batalla de Herdonia volvió a resolverse a favor del cartaginés que, sin sufrir apenas bajas, provocó en el ejército enemigo cerca de 16000 bajas. En pocas semanas, Aníbal había conseguido eliminar a seis legiones. Para sustituirlas, el Senado se planteó crear otras cuatro legiones.


Tras la batalla, Aníbal mandó marchar hacia Tarento dónde intentó tomar la ciudadela de Tarento aunque sin éxito. Mientras el ejército cartaginés se encontraba ocupados en ello, los cónsules romanos terminaron de cercar Capua. A su vez Marcelo consiguió por fin tomar Siracusa. Mientras tanto, en Hispania, Cneo Cornelio Escipión y Publio Cornelio Escipión (el padre y el tío de Publio Cornelio Escipión Africano) murieron en batalla. Ante el miedo de una nueva invasión sobre Italia, el Senado se veía obligado a mandar nuevos efectivos a Hispania.


En el año 211 a.C., Aníbal se encaminó hacia Capua para impedir que los romanos consiguieran tomar la ciudad. Allí se produjo la segunda batalla de Capua en la que no consiguieron romper el cerco del ejército consular. Tras este fracaso y todavía con la intención de romper el asedio sobre Capua dirigió a sus tropas hacia Roma para obligar al ejército consular a romper el asedio y encaminarse a Roma. Sin embargo, los cónsules solo enviaron a 15000 hombres bajo el mando del procónsul Flaco.


Durante su aproximación a Roma, Aníbal ordenó saquear los templos que se encontraban a su paso mientras él se adelantaba con la caballería lo que provoco un tremendo pánico en la ciudadanía romana y la acuñación de la famosa frase “Hannibal ad Portas”. Sin embargo, Aníbal, conocedor de que no podía tomar Roma, decidió retirarse. Finalmente los romanos consiguieron tomar Capua. Esta victoria les permitía a los romanos controlar con menos efectivos la Campania lo que aprovecharon para enviar tropas a Hispania bajo el mando de Cayo Claudio Nerón.


Filipo V de Macedonia


A partir del 211 a.C. la situación se empezó a volver desfavorable para Aníbal que vio como los romanos recuperaban el control de Sicilia y como conseguían derrotar a Filipo V en Iliria. Además Publio Cornelio Escipión desembarcó en Hispania para también allí cambiar el curso de la guerra.


Al año siguiente, el cónsul Marcelo tomó Salapia, ciudad al norte de Apulia, así como Meles y Maronea. De esta forma los romanos recuperaban el control de la zona del Samnio. Ese verano, Aníbal volvió a enfrentarse a un ejército proconsular en la segunda batalla de Herdonia en la cual asestó un duro golpe al ya dolorido ejército romano que perdió entre 8000 y 17000 hombres en dicha batalla entre ellos el procónsul Cneo Fluvio Centumalo así como la gran mayoría de sus tribunos. Además de esta consecuencia directa, la batalla tuvo la consecuencia indirecta de que gran parte de los aliados romanos se negaron a seguir aportando hombres a la guerra. A pesar de conseguir la ciudad, Aníbal se vio obligado a evacuarla y quemarla para evitar que la recuperaran los romanos al ser muy difícil de defender debido a su posición.


Marcelo en vista de esta situación decidió comenzar a perseguirle para evitar que el púnico retomara la iniciativa en la guerra. Fruto de la persecución fue la batalla de Numistro en la cual no quedó un vencedor claro y tras la cual siguió la persecución en la que se sucedieron múltiples escaramuzas.


Durante el año 209 a.C. Aníbal no dejaba de perder terreno ante el avance romano reforzado gracias a las nuevas legiones reclutadas. Perdió el Salentino así como varias ciudades de Lucania mientras que los cartagineses también tenían que renunciar a Carthago Nova y al resto de Sicilia.


Pese a las malas noticias no todo fue negro para Aníbal ya que consiguió dar muerte al cónsul Marcelo, que tantos quebraderos de cabeza le había causado, mediante una emboscada en la que también hirió de gravedad al también cónsul Crispino. Marcelo se convertía así en el tercer cónsul al que conseguía dar muerte y ante quien Aníbal presentó un gran respeto.


Al mismo tiempo, en Hispania, su hermano Asdrúbal estaba reuniendo un ejército con el que invadir Italia para unirse a Aníbal. De haberlo conseguido, los cartagineses habrían logrado un gran ejército para seguir asolando Italia. Sin embargo, Asdrúbal sería derrotado y asesinado en Umbría de lo cual se enteró Aníbal debido a que le lanzaron la cabeza de su hermano a su campamento.


Tras este serio revés la guerra en Italia se estancó mientras que los romanos tomaron Hispania. Todo parecía ya perdido para Cartago. Así pasaron años hasta que Publio Cornelio Escipión desembarcó en África.


En el siguiente artículo comentaremos el final de esta apasionante guerra en la que coincidieron dos de los mejores cerebros militares de la historia.


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